No sabe definir el amor, pero sí que sabe que como le toca
él no lo ha hecho ningún hombre antes.
Sabe que incluso las palabras más vacías que pueda dedicarle
le llenan,
que sus desvaríos son escuchados.
Sabe que incluso en una habitación con él no hay ni techo ni
paredes,
que el paisaje cambia pero los gestos le dicen lo mismo.
Sabe que nada la calma más que sus manos frías entre sus
calientes dedos,
que no hay lugar más estable que sobre su pecho palpitante.
Sabe que cada momento pasado se hace un hueco en sus obsesiones,
que los recuerdos le llenan la cabeza de nuevos
pensamientos.
Sabe que ahora llorar de alegría es algo que se pueda hacer
más de una vez en la vida,
y que llorar de tristeza no es siempre solitario.