Todo era de alguien y nada era suyo. Cada sonrisa tenía
dueño y la suya era prestada. Más le hubiera valido fingirla y no salir a
deber. Llena de favores eternos que de nada han servido. Ella sigue rota.
Incompleta.
Tal cual el ruido llegaba de todos lados se hacía silencio
en su cabeza. Era la nada, sin color, tamaño o sentido. Cuanto menos había allí
dentro, más grande era la ansiedad.
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